¿Cuánto vale (aún) la palabra del médico en la práctica clínica?
Resumen
Una mujer de 59 años ingresó al Servicio de Urgencia del Hospital Naval de Viña del Mar trasladada desde una clínica. Tenía una historia de 2 meses de evolución con pérdida ponderal de 12 kilos. Tres semanas antes de su ingreso inició dolor lumbar que le impidió su actividad laboral, cinco días antes comenzó con vómitos profusos y disnea progresiva.
Al examen físico de regreso se comprobó masa dura de 5 cm. en mama derecha y varios ganglios en región supraclavicular derecha. Estaba conciente, lúcida, con algo de apremio respiratorio y pálida. Exámenes de imágenes demostraron múltiples lesiones óseas e invasión tumoral del canal raquídeo a nivel L4-L5. TAC de tórax compatible con linfangitis carcinomatosa.
La calcemia de ingreso fue de 16 mg/dl, por lo que recibió bifosfonato (Zometa (R)) e hidratación con suero fisiológico. Recibió antieméticos y analgesia con lo que se logró estabilizar. La calcemia rápidamente se normalizó.
La paciente estaba a las 48 horas tranquila, sin dolores, sin vómitos. Afable y sonriente. Comencé a explicarle sin entrar en detalles de lo que parecía obvio que tenía pero me pidió por favor que esperásemos hasta que llegará la biopsia de mama. Quería discutir el caso conmigo estando presente su hija.
La biopsia concluyó en un carcinoma ductal infiltrante de la mama moderadamente diferenciado. Las adenopatías todas estaban infiltradas por el carcinoma.
Con el diagnóstico confirmado le expresé a la paciente la necesidad de explicarle su enfermedad y su tratamiento futuro. Me pidió con toda delicadeza que quería esperar la visita de su hija para tener la conversación. El equipo oncológico entre tanto urgía por la instalación urgente de un reservorio para iniciar quimioterapia.