Transfusión sanguínea y Testigos de Jehová: puntos a considerar.
Resumen
Sr. Editor:
Hemos leído con mucho interés el artículo publicado por el Sr. Retamales y el Dr. Cardemil referente a transfusiones sanguíneas y consentimiento informado, tomando como ejemplo a los pacientes Testigos de Jehová[i].
Estamos de acuerdo con los autores en la necesidad de que nuestros cuidados médicos sean tan seguros como respetuosos de la voluntad y dignidad de los pacientes. En este mismo sentido nos parece necesario realizar un par de comentarios con la intención de aportar a la discusión de este interesante tema:
- Durante los últimos años ha aumentado la información sobre las complicaciones derivadas de la transfusión de productos sanguíneos[ii],[iii]. Debido a esto, las técnicas de ahorro de sangre son cada vez más difundidas y actualmente utilizadas de manera habitual; tanto se ha avanzado en la materia que, en algunos casos, es posible llevar a cabo cirugías sin sangre que antaño parecían requerirla obligadamente. Sin embargo, también se ha acumulado evidencia sobre las consecuencias negativas que produce la anemia severa[iv],[v], y pese a los promisorios avances de la ciencia, aún no se encuentra disponible para uso clínico ningún sustituto sanguíneo artificial capaz de transportar oxígeno[vi] o promover la coagulación. Así, la administración de productos sanguíneos sigue siendo una de las alternativas terapéuticas de la medicina de hoy en día. Como todo tratamiento, tiene indicaciones, cada vez más acotadas y definidas, y efectos secundarios, cada vez más conocidos.
- La autonomía es uno de los principios básicos de la bioética moderna. Existe consenso en que el respeto a la dignidad de las personas incluye acoger la voluntad de las mismas. En medicina esto se expresa por medio del consentimiento informado. Si bien no se pueden limitar los esfuerzos por defender este principio, no se puede llegar al punto de transferir la responsabilidad de las decisiones que son propias del médico al paciente excusándose diciendo “era lo que él quería”. La responsabilidad moral por los actos es personal e intransferible. Por lo tanto, el médico debe coincidir con el paciente en cuál es la mejor alternativa terapéutica en cada caso en particular; de no existir acuerdo, el paciente puede abstenerse de recibir el tratamiento propuesto y/o el médico puede plantear las objeciones de conciencia que se le generen[vii].
Este tipo de casos nos recuerdan dos dimensiones esenciales de la práctica médica: la técnica, para avanzar en el conocimiento de las indicaciones y complicaciones de las transfusiones (así como de eventuales sustitutos efectivos), y la ética, para avanzar en el respeto necesario para relacionarnos con personas que pueden pensar diferente a nosotros.